sábado, 21 de febrero de 2015

RELATOS FANTÁSTICOS (II): EL DESCENSO DE ORFEO



La lluvia martillea pertinaz la muy oscura ciudad de Seattle, mientras Linden y Holder, adicta a los jerséis de lana ella y a la comida macrobiótica él, intentan averiguar qué ha sido de Rosie Larsen, cuya pista se pierde en un casino. Es el final de la magnífica primera temporada de The Killing y todos los indicios parecen apuntar a Richmond, viudo desconsolado, concejal y candidato a gobernador que, ¡oh sorpresa!, participa en un chat con el muy revelador nickname de Orfeo.


La historia del legendario poeta griego, capaz de infundir vida y de amansar a las bestias con su música, se bosqueja brevemente en esta secuencia. Vuestra tarea en esta ocasión es doble. En primer lugar, debéis acudir a ya sabéis qué manual de referencia de tono amarillo -¡premio, el Grimal!- y narrar -aquí o en vuestros cuadernos- el mito.
Solo entonces estaréis en condiciones de explicar por qué nuestro temible, o no, concejal tiene motivos para identificarse con Orfeo.
Buscad, buscad, mis jóvenes amigos, que yo, mientras tanto, prepararé material para pasar una temporada en el Infierno. ¡Ja, ja, ja, ja!

martes, 10 de febrero de 2015

UNA DE PIRATAS INGLESES EN LA ACRÓPOLIS DE ATENAS



Si alguno de vosotros ha estado en Londres, habrá visitado, sí o sí, el Museo Británico, cuyas galerías dedicadas al mundo clásico son capaces de quitar la respiración al turista más insensible. En ellas ocupa un lugar de honor una serie de esculturas de mármol tomadas directamente, o mejor, arrebatadas, de la Acrópolis de Atenas. Estas esculturas reciben el significativo nombre de mármoles de Elgin
 Lord Elgin, embajador británico en Constantinopla desde 1799, se propuso familiarizar a sus compatriotas con las antigüedades griegas y obtuvo del Sultán –Grecia estaba aún entonces bajo dominación turca- permiso para llevarse esculturas e inscripciones. Se inició entonces un saqueo de piezas que solo terminaría con el inicio de la guerra de independencia griega. Para entonces, sin embargo, muchos mármoles habían sido arrancados de su contexto original y acumulaban polvo y humedad en cobertizos y jardines de Elgin. En 1816 los mármoles fueron vendidos al gobierno inglés y trasladados al Museo Británico, donde aún permanecen pese a las reivindicaciones del gobierno griego y a numerosas campañas que, bajo el lema de Bring them Back!, pretenden la devolución de los mármoles a su antiguo propietario, el pueblo griego. Desde el Museo Británico se objeta, a su vez, que los mármoles fueron cedidos por el Sultán y que, además, sus instalaciones se prestan mejor a la guarda y conservación que las de los griegos.
Vuestra tarea en esta ocasión, amigos míos, no es otra que tomar partido y argumentar vuestra postura, en suma, prepararos para el apasionado debate que sostendremos en clase. ¿Deben los compatriotas de nuestro buen amigo Jake devolver los mármoles o están legitimados para conservarlos? Opinad, opinad, mis jóvenes amigos.